martes, 5 de marzo de 2013

Primos - "Tengo un tractor amarillo" (1x03):

Verano de 2006... o quizá del 2007. Me decanto por la última fecha. Allí estábamos: Rodrigo, Ricardo, Javi y yo, en una calurosa e interminable tarde de vacaciones en un pueblo perdido alejado de todo. Nuestros adormitados cuerpos tomaban la forma del sofá cuando nos decidimos por ir a jugar al fútbol a la calle (en realidad ellos juegan y yo miro, ya comenté algo sobre que no soy demasiado parecido a ellos).

Total, que sacaron un balón a la calle y nos tiramos allí. Una forma bastante estúpida de pasar el tiempo. Pero como no había nada mejor que hacer...

A lo lejos, en una pequeña explanada que hay en el pueblo donde veraneábamos, había un tractor aparcado. Algo estarían haciendo los del ayuntamiento para que aquel tractor se encontrase en mitad de la explanada detenido. Obras o ¡qué sé yo!. El caso es que el vehículo no pasó desapercibido para los destructores de mis parientes.

Siendo sincero, soy un chico que nunca se ha metido en líos. Al menos no en líos demasiado gordos. Y como veía venir a esta gente, no quise saber nada acerca de lo que estaban tramando. Pero finalmente piqué y fui con ellos a ver qué se disponían a hacer con el tractor.

No tardamos ni dos minutos en llegar. Estaba, como quien dice, enfrente de la casa. Por allí habían algunos "premios" más para divertirse por la tarde: restos de escombros, varas, baldosas... A todos se les puso una cara como si de la lotería se tratase. Yo no sabía qué se proponían y preferí no hacerlo porque les conocía. Entonces fui hacia un lado de la explanada a sentarme cuando oí un cristal reventándose detrás de mí. Antes de girarme, supe de sobra lo que había pasado, pero preferí acercarme para cerciorarme.

Y efectivamente, estaban "al ataque" de aquel pobre tractor. No tuvieron piedad con él. Rompieron todas y cada una de las ventanillas, los faros, los retrovisores... Ni una bomba lo hubiera dejado peor. 

Y yo allí, viendo el espectáculo, presentía que aquello no podía acabar bien.

En ese momento salió de una casa vecina un enfadado señor que nos gritaba. Mis primos nada más oírle soltaron los palos y empezaron a correr como alma que lleva el diablo. Yo no iba a ser menos. No quería que encima de no haber participado en la masacre, me llevara una bronca innecesaria. Así que fui tras ellos.

Nos escondimos por unos minutos en el túnel de un río y pasado un tiempo, salimos. Volvimos a casa. Jamás se volvió a saber nada más del tractor. A los pocos días lo retiraron y mis primos desfogaron una pasión que tenían desde hace mucho tiempo: "destrozar a gran escala".